Gordura y acceso integral a la salud: un derecho vulnerado en la era de la patologización 

Ilustración: Yesica Embil

Vemos a una persona que se corre un poco de la media de peso que “esperamos” para un cuerpo y ya le estamos asignando categorías negativas e incluso enfermedades ¿Por qué no hacemos lo mismo con lxs cuerpxs delgadxs? ¿Qué cuerpxs son consumidos como “lo normal”? ¿Cómo podemos conocer los hábitos de alguien con solo mirarle?

Cada vez que las personas gordas tenemos que ir al médico porque nos duele algo o sentimos malestar, es una decisión que pensamos al menos, tres o cuatro veces. Nos automedicamos o dejamos pasar el tiempo, porque sabemos que las experiencias en los consultorios, no son de lo más gratas. Quizás venís con mucho dolor de cabeza y querés saber qué te pasa, pero la respuesta generalmente es la misma: “tenés que bajar de peso”. Te hacen una radiografía con los ojos, no suele haber estudios de sangre, y a veces ni te revisan. Derivación a unx nutricionista y volver a control en dos meses. Esto es lo que nosotres denunciamos como patologización: suponer que mi grasa corporal define mi estado de salud. Un sistema de salud excluyente y pesocentrista [1]  siempre da una misma respuesta que lo único que logra, es quitarnos tiempo de vida. Sí, suena un poco fuerte, pero cada vez que no vamos a una institución de salud porque no queremos ser violentades nos están quitando horas de vida en las que podríamos estar y sentirnos mejor. 

Si hablamos de salud, tenemos que pensarla como la define la Organización Mundial de la Salud: “un completo estado de bienestar físico, mental y social”. Es decir, tener una buena condición de salud es mucho más que el resultado del Índice de masa corporal (IMC) [2]. No somos sólo un número que se obtiene por peso y talla, sino el resultado del lugar dónde vivimos, de nuestro acceso económico, de cómo nos vestimos y qué trabajo tenemos. Pensándolo de este modo, es bastante contrario a la experiencia que solemos tener las personas gordas en los consultorios, donde no se considera nuestra salud desde una perspectiva integral, y se desatiende especialmente nuestra salud mental. Muchas veces salimos de las consultas angustiades porque sentimos que, además de estar enfermes, es nuestra culpa ¿Cómo opera la llamada “fuerza de voluntad” en el camino de mejora de la salud individual? ¿Por qué es tan difícil transformar el sistema de salud hegemónico que nos pretende magrxs y funcionales a la norma?

Está instaurada en el ámbito social una frase que escuchamos muchas veces “el gordo es gordo porque quiere, porque sino haría algo para cambiarlo”. Les hago algunas preguntas: ¿Por qué deberíamos cambiar? ¿Por qué usan nuestra grasa corporal como justificación de la vulneración de un derecho? Se habla mucho de “la fuerza de voluntad” para adelgazar, porque hay una individualización de la gordura que lo que hizo fue despolitizarnos haciéndonos creer que había una culpa individual, sacándola del contexto social de un cis-tema funcional al gordoodio. Hablar de gordura y de nuestras violencias es colectivizar una lucha que es real y que deja de ser un problema de un sujetx, para pensarnos como un grupo al que los derechos a la salud se le han vulnerado históricamente.

Tenemos datos empíricos de cómo opera sobre nosotres esta versión reduccionista de la salud. Según el mapa de discriminación del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo de Argentina INADI [3], las denuncias por discriminación por peso se encuentran en segundo lugar, e incluso se intensificaron en pandemia los discursos de odio con respecto al cuerpo ¡Le tuvimos más miedo a engordar que al propio COVID-19! Cataratas de memes haciendo alusión a cómo íbamos a terminar después del encierro, dietas imposibles, ejercicios para hacer en casa, en un contexto de incertidumbre no sólo con respecto al contagio, sino de nuestros trabajos y afectos. El terror a la gordura es tal que haríamos cualquier cosa por estar lejos de esx cuerpx construido socialmente como vago, enfermo y no deseado.

 Hace unos días fui a la consulta con una endocrinóloga por un problema con mi ciclo menstrual: hace varios meses que no me viene y estoy trabajando con mi equipo de salud (nutricionista, clínica y ginecóloga) para poder entender las causas. Necesitaba sí o sí hacer una consulta de esta disciplina y no tenía ninguna referencia de “médiques del bien” en el área, así que saqué turno con le profesional que me atendía en el menor tiempo posible. Cuando entré al consultorio primero me pesaron y me midieron para calcular mi grado de obesidad. Vieron mis estudios, me explicaron algunas cosas, pero la charla prosiguió con un “¿No pensaste en hacer algo con tu peso?” Yo la miré sin entender, y continuó: “Hacerte una cirugía bariátrica. Porque por más que hagamos estos estudios, es probable que sea todo por tu obesidad, y con la cirugía se ordenaría todo”.  

Me sentí muy mal y reflotaron muchas cuestiones personales dolorosas que trabajé durante años en terapia. Sin embargo, traté de explicarle que la grasa corporal no pasa por estar bien o mal nutridos, que es posible ser una persona delgada y no tener bien los valores. Me miró, hubo un silencio incómodo y me fui lo más rápido posible. No deja de sorprenderme cómo nos recetan bariátricas como si fuera lo mismo que ir a comprar un caramelo al kiosko.  No nos cuentan el lado b de estas cirugías que en muchas ocasiones dejan secuelas, que hacen depender de vitaminas y mil pastillas para no sentirse débil ¿Delgade a qué costo? Por momentos me aparece la fantasía de hacerme esta operación, porque a veces atravesamos tanta violencia que haríamos cualquier cosa con tal de ser una persona flaca.  Flacas pasaríamos a tener privilegios y les mediques nos harían una revisión integral. Débiles, con muchos suplementos pero delgades. Así esperan que seamos. 

Despatologizando, andamos

En noviembre del 2021 presentamos con la diputada Mónica Macha un proyecto de ley para capacitación obligatoria de efectores de la salud para garantizar el acceso a la salud integral de las personas gordas, y con el fin de visibilizar la problemática que existe hoy en día en los consultorios. Para acompañar el proyecto, estamos realizando un relevamiento [4] a nivel nacional para tener estas experiencias volcadas en datos empíricos. Entiendo que es importante empezar a pensar políticas públicas que reparen el daño causado históricamente y garanticen el acceso a la salud para todas las tallas. Crecimos con la idea que la atención que recibimos es la que merecemos por nuestra grasa corporal, una especie de castigo por ser desobedientes y no tener los cuerpos que espera el sistema hegemónico de salud. No estamos pidiendo más que una vida digna: que la experiencia en los consultorios sean buenas y no patologizantes, libres de violencia. Para ese camino, es fundamental que la salud sea contemplada desde una perspectiva integral y por sobre todas las cosas, que dejen de mandarnos a mutilar nuestros estómagos como única solución a nuestros problemas de salud. 

Notas

  1. Separar a las personas de sanas o enfermas según el peso.
  2. IMC: índice de masa corporal. Es un número que se obtiene de la relación peso/altura. Si el resultado es mayor a 25, ya sos categorizado como una persona con sobrepeso y riesgo de salud.
  3. http://www.inadi.gob.ar/mapa-discriminacion/documentos/mapa-de-la-discriminacion-segunda-edicion.pdf
  4. Más información en https://hacetetransfeminista.com.ar/capacitacion-obligatoria-de-efectores-de-salud-para-garantizar-el-derecho-a-la-salud-integral-de-las-personas-gordas/

Sami Alonso estudió trabajo social en la Universidad de Buenos Aires. Es comunicadora feminista y militante gorda. Impulsora de la Ley de Talles 27.521 junto a Anybody Argentina y creadora de Kalista Sports, una marca de ropa deportiva en talles inclusivos.

1 pensamiento en “Gordura y acceso integral a la salud: un derecho vulnerado en la era de la patologización ”

  1. Felicitaciones a Sami por su compromiso y pelea para pelear por ella y por las demás, esto último es lo más destacable, en mi modesta opinión.

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