Casa Matrioshka es un Espacio de Salud Sexual Integral de la Ciudad de Buenos Aires que acompaña a adolescentes y adultxs desde una perspectiva de derechos humanos, de género y transfeminista. Dialogamos con tres de sus integrantes: Lucía Quiroga, médica generalista; Melina Ceccato, licenciada en psicología y magíster en Salud Sexual y Reproductiva; y Lucía Medina, licenciada en nutrición; para pensar las lógicas en salud frente a las corporalidades gordas.
Límbica (L): ¿Cómo surge la idea de Casa Matrioshka?
Lucía Q: Surgió a principios de 2018, que fue un año bastante movilizante y convulsionado para las feministas. Fue el año de la marea verde, de la media sanción en diputados, por eso es imposible pensar que Matrioshka hubiese existido sin el impulso que nos dió el ser atravesadas por el transfeminismo. En 2018, en ese contexto social y con ese panorama, sentimos la necesidad como profesionales -pero sobre todo como feministas- de crear un espacio cuidadoso y con perspectiva de género. Un espacio donde buscamos difundir nuestra postura que era “estamos ahí para acompañar a quien tengamos enfrente” (lo que después fue -término no acuñado por nosotras- el “contás con nosotras”) difundiendo en grupos de transfeministas y en redes sociales, y en el boca en boca buscábamos que quedara en claro nuestra postura. Por otro lado, definimos a Matrioshka como una cooperativa feminista que busca acompañar a las personas con información, con una mirada crítica de las ciencias de la salud pero, sobre todo, sabiéndonos inscriptas en un sistema patriarcal que violenta cotidianamente a las mujeres y a las disidencias sexuales en sus procesos de atención de salud. Para eso abrimos Casa Matrioshka, para brindar un acompañamiento de las trayectorias en salud que sea amoroso. Reconocer lo político de las prácticas en salud es una posición en la que el feminismo tuvo mucho que ver para nosotras.
L: En base a experiencias previas que les traen lxs usuarixs ¿Qué pueden escuchar de esas trayectorias de salud?
Lucia Q: En relación a las experiencias previas, en primer lugar sabemos que las instituciones que nos formaron están inscriptas en el modelo médico hegemónico y eso hace que no nos sorprenda que muchas usuarias se hayan visto violentadas o hayan sufrido situaciones abusivas en espacios de salud. Entendemos que eso pasa porque el sistema de salud es fuertemente odiante de todo lo que escape a las normas, lo cual probablemente se relacione con que hay respuestas bastante preformadas o estereotipadas sobre cómo se enferma y sobre cómo se pueden prevenir las enfermedades de las personas. Por ende, si alguien se sale de la “norma del peso saludable”, lo que se sigue de esa transgresión es sancionar, retar, violentar. Esas experiencias en espacios de salud son bastante frecuentes, lamentablemente. Por otro lado, esos disciplinamientos son más fuertes en corporalidades gordas de mujeres y disidencias, sin contar con que ha habido usuarias que por tener un determinado IMC (Índice de masa corporal) no logran prestaciones por parte de prepagas, como si esa fuese una condición preexistente que limitase su salud y no admitiese cobertura.
También está toda esta presunción de que quien es gorde no sabe gestionar sus cuidados, se descuida, se abandona; y antes de pensar en otros determinantes de salud que puedan explicar lo que le está pasando, su padecimiento, su afección, la sugerencia va a ser el descenso de peso como si eso solucionara todos los problemas que pudieran tener, careciendo de la mirada integral que deberíamos tener. Esa recomendación, ese reto, esa sanción se ve bastante en la consulta en la forma de culpa, vergüenza, “no me retes pero hace mucho que no hago un chequeo”, es una constante y no deja de ser reflejo de una trayectoria en salud que muchas veces es violenta.
Melina: Lo que encontramos es que no se garantiza el derecho al acceso a la salud y a un trato digno. De ahí la importancia de problematizar en las prácticas de salud los imperativos hegemónicos de belleza y salud que radican en este modelo de atención. Que es una forma de ejercicio de violencia simbólica y estética, que tiene un alto impacto en la esfera emocional, en la construcción de subjetividad. Creemos que la compulsión médico hegemónica de asociar todo síntoma de una persona gorda a la gordura, o asociar una vida más saludable con la delgadez, es un imposible que deja de lado no sólo la subjetividad sino el propio experienciar de ese cuerpo gordo, arrojándolo directamente a la industria sádica de las dietas. Es justamente el activismo gordo el que puso sobre la mesa este concepto de “la industria de las dietas” para visibilizar el negocio que se despliega sobre el sufrimiento y sometimiento permanente de alcanzar un cuerpo ideal; algo que también se monta sobre el “mercado rosa”, asociado al consumo del público femenino que es el que está más capturado por el modelo hegemónico de belleza y salud. Algunas referencias de pacientes en las consultas en relación al sufrimiento de la atención gordoodiante son “tengo que ir a la médica para un control de salud pero no quiero ir porque me pesa y me mide, me dice que estoy gorda pero todos mis laboratorios me dan bien, así que siempre salgo mal de la consulta”, o otra paciente decía que fue a una médica nueva, que le hablaba permanentemente de la diabetes, “pero yo no tengo diabetes” decía. Otra paciente que tenía que ir al médico, me decía, “ya estoy sufriendo porque tengo fibromialgia y ya sé que me va a decir que el problema es porque estoy gorda”.
Lucía M: Yo hace poquito me incorporé al equipo y en este nuevo espacio de acompañamiento nutricional las usuarias suelen referir que dentro del sistema de salud sufren distintas situaciones violentas en relación a su peso corporal. Considero que esto sucede porque en la formación de grado se han brindado herramientas estereotipantes, estandarizadas, que instauran que quien se sale de esa norma es un cuerpo que hay que disciplinar, que tiene que bajar de peso porque no es sano. Esto se relaciona con un concepto que es el de pesocentrismo, un enfoque que utiliza el modelo médico hegemónico para poder separar aquellas personas que son sanas de las que son enfermas, utilizando como unidad de medida el famoso Índice de masa corporal (IMC). El IMC se creó en base a un tipo de cuerpo estandarizado, entonces quien se corre de ese límite de “normalidad” debe ser disciplinado y es por esto que, muchas veces, sin importar cuál es el motivo de consulta, les indican el descenso de peso. Sin tener en cuenta que hay otros determinantes de la salud que son importantes y deben ser ponderados con igual compromiso al momento de la consulta, como por ejemplo el trabajo, las tareas de cuidado, el nivel educativo, sociocultural, entre otras cosas, que muchas veces se postergan en esa consulta. Por otro lado, sabemos que el sistema médico hegemónico nombra a aquellas personas que presentan una corporalidad gorde como una persona que por falta de voluntad llegó a esa situación, y que además, por presentar una contextura más grande, son personas que están enfermas.
L: ¿De qué herramientas se sirven para pensar un espacio de salud inclusivo de la diversidad corporal gorda y libre de discriminación hacia los cuerpos?
Lucía: Las herramientas que nos han servido son las que proporcionan las perspectivas de derechos, géneros y transfeministas. Son herramientas que les debemos más a los activismos y a la militancia que a nuestra formación como profesionales de salud. En primer lugar, hemos tenido que trabajar para deconstruir la imagen de corporalidad sana que tenemos como individuxs y como profesionales de la salud, y en ese sentido creo que nos han dado más herramientas los activismos y la militancia que la formación médica hegemónica con sus respuestas tan estereotipadas a los motivos de consulta. La perspectiva de derechos nos hace pensar también que el espacio físico tiene que transmitir comodidad y ser cómodo para todo tipo de corporalidades. Por otro lado, otra herramienta que nos es bastante útil a la hora de formar un espacio libre de violencias es la comunicacional: pensar que el logo de Matrioshka sea inclusivo, que las diversidades corporales se sientan contenidas en ese logo, hasta ambientar los consultorios sin balanza, por ejemplo, o las salas de espera con imágenes de artistas que hagan en su arte un posicionamiento político en torno a la diversidad corporal nos parece importante.
Melina: La construcción de nuestro espacio de atención y acompañamiento es desde los anteojos del feminismo. Desde esta perspectiva que tiene que ver con desnaturalizar prácticas que son construidas socialmente -que de natural no tienen nada- y por lo tanto de darle visibilidad y respeto a las corporalidades gordas. Tampoco tiene que ser algo librado al “empoderamiento personal”, que también abunda hoy en día, del “sentite bien con el cuerpo que tenés”, cuando desde los distintos ámbitos socioculturales e institucionales se empuja a la discriminación y a la represión de esos mismos cuerpos. De esta manera ese “sentite bien con el cuerpo que tenés” se transforma en un imperativo más de la cultura capitalista mercantilista, que tampoco permite que te sientas mal con el cuerpo que tenés. O más bien, en última instancia, si te sentís mal, vos sos la que fallaste y ahí también insiste la mirada meritocrática del “todo depende de vos”. Entonces, las herramientas de trabajo también deben ser culturales, colectivas, sanitarias, legislativas -como por ejemplo la reglamentación el año pasado de la Ley de talles- y la construcción horizontal que es la perspectiva de salud feminista para nosotras. Sabemos que el gordoodio es una construcción, está en nuestro imaginario social, que está atravesado y sostenido por diversas instituciones, así como internalizado individualmente, y que lo podemos pensar cotidianamente a través de la vergüenza corporal. El acompañamiento nuestro en Matrioshka es, en primera instancia, alojar las escenas de maltrato institucional y médico que han sufrido. Alojar tiene que ver con alojar un espacio de escucha, de validación de esa historia e intentar reparar esas heridas desde una atención respetuosa, que se corra de la imposición del régimen hegemónico de salud y bienestar. Tratamos de facilitar la propia aceptación y reconocimiento a través de la visibilización de las prácticas que instituyen cánones hegemónicos para la salud y que instalan a la gordura como déficit de funcionalidad, de capacidad, de belleza. Y hablamos también de perspectiva de género porque, si hacemos foco en los cuerpos y específicamente en las corporalidades diversas, vamos a ver que los géneros producen efectos distintos según se trate de un varón cis, una mujer cis, una persona trans o no binarie. Entonces, nos posicionamos en un lugar donde no hay corporalidades normales-anormales, capaces-incapaces, sino que hay prácticas exclusivas y expulsivas que están alimentadas por narrativas de belleza hegemónica anudadas a lo saludable, que patologizan lo diferente y que sostienen conductas de rechazo y estigmatización. A lo que apostamos es a incluir, celebrar la diversidad corporal y las prácticas de salud centradas en el cuidado y en una ética amorosa.
L: ¿Cómo se plasman estas herramientas en la práctica concreta?
Lucia: Matrioshka se presenta como un espacio que busca acompañar los procesos de salud de las personas sin estar dirigiéndolas. Buscamos promover la autonomía, el autocuidado, la soberanía, brindar la información necesaria para poder tomar las decisiones de manera soberana y autónoma. También tratamos de romper con la asimetría que se suele dar en los espacios de salud, como puede ser poner un escritorio entre medio de la profesional de la salud y el/la/le usuarie; tratamos que eso no pase y que se pueda dar un diálogo tal que permita una alianza donde se puedan poner en juego las trayectorias y creencias personales. Tratar de romper con esta asimetría, como también pedir permiso para llevar a cabo alguna práctica sobre el cuerpo de otra persona, aunque parezca una obviedad, es algo que muchas veces se remarca del espacio.
L.: ¿Qué debates o tensiones se dan al interior del equipo a la hora de pensar sus prácticas?
Lucía Q: Antes hablábamos de que cuanto más alejada se encuentre una persona de las normas y de lo que se espera, más instrumentos se van a poner en juego para disciplinar a esa persona y hacerla volver a la norma. Dentro de esos instrumentos se incluyen acciones que son innecesarias y dentro de ellas incluimos al pesocentrismo. Es una decisión del espacio detenerse en acciones que no sean necesarias, en parte y específicamente hablando del pesocentrismo, para desarmar la idea de que un cierto valor del IMC te va a colocar de uno u otro lado de la salud, sabiendo que ni todos los cuerpos gordos son enfermos ni todos los cuerpos delgados son sanos. Por otro lado, hay un debate que ya está un poco saldado en Matrioshka, pero que es importante mencionarlo, que es que entendemos que nuestra función es acompañar los procesos de salud sin presuponer, sin asumir, sin prejuzgar. Personalmente considero que presuponer es uno de los errores más groseros que podemos tener como profesionales de la salud, porque presuponiendo podemos llegar a violentar a les usuaries y por otro lado, porque podemos errar diagnósticos. Con corporalidades gordas se hace mucho eso, suponer a simple vista: te veo y sos gorde, entiendo que no conocés bien como cuidar tu cuerpo así que te voy a enseñar yo cómo hacerlo; seguro te dejaste estar, seguro lo que te está pasando, lo que te aqueja y el dolor que tenés se deba a que sos gorde, así que como primera medida te voy a decir que bajes de peso y después vemos todo lo demás. Esta forma de posicionarnos acompañando sin prejuicio, evitando intervenciones que creemos innecesarias, sin aleccionamiento, sin sanciones nos pone en tensión todo el tiempo con nuestra formación, y también por lo que desde ciertos sectores de la sociedad se espera de los efectores de salud.
Melina: En esta construcción de prácticas de salud inclusivas, respetuosas y amorosas se trata de problematizar nuestras prácticas de salud y un buen inicio puede ser visibilizando cuales son los mitos que hay que derribar en torno a la gordura. Incorporar la perspectiva gorde activista desde nuestro trabajo en salud feminista subraya que nuestros cuerpos son territorios de micropolítica, de lucha, de contrucción social y por lo tanto de conquista. El horizonte que incluye nuestro trabajo es el que apunta a reapropiarse del cuerpo, poder salir de la mirada estigmatizante de cuerpo rotos, fallados, vagos, donde se ha proyectado, por un lado, toda la pecaminosidad del mundo, y por otro lado, se ha negado también el derecho al placer. Creemos que de lo que se trata es de trabajar en un nuevo paradigma, con enfoque de derecho, feminista, de género, con una mirada situada, contextualizada, no disciplinadora y que por supuesto tiene que partir desde la ESI en las instituciones educativas en todos los niveles para construir y acompañar este proceso de transformación, de una mirada no patologizante de los cuerpos gordes.