Quiero, deseo, elijo

Ilustración: Sofía Biroccio

Soy Maria Belen, tengo 37 años y en marzo del 2022 quedé embarazada sin estar proyectando una familia por delante. Me gustaría empezar por el principio de la cuestión, que también es un dato importante que puede aportarle a alguien más.

Una noche cuando mi pareja y yo estábamos teniendo relaciones sexuales, nos dimos cuenta de que el preservativo no solo estaba pinchado sino que estaba vencido. Al día siguiente, habiéndolo convenido los dos, me compré la pastilla del día después de una marca muy poco conocida. Me acuerdo que la tomé un viernes a las 15 hs. habían pasado 12 horas desde la situación.

Durante todo ese mes me sentí hinchada, la panza rara, un poco incómoda con mi cuerpo, con síntomas como los previos a la menstruación, pero que en este caso, no llegó. Pasados los siete días de atraso y sin sospechar que podía estar embarazada, una amiga me dijo “comprate un evatest y sacate la duda”. Resultado: un RE positivo. 

Ya era abril, día 4 y tenía dos evatest más hechos, ambos positivos. Al día siguiente fui a una guardia muy cerca de Balvanera, para consultar si me podían realizar un análisis de sangre para saber realmente si los test me estaban dando la respuesta correcta. La señora que me atendió no fue muy empática conmigo, además de felicitarme -cuando yo estaba asustada sin poder expresar mi miedo- me dijo lo siguiente: “si dos evatest te dieron positivo es que estas re embarazada”. Insistí en que necesitaba estar segura y me sacaron sangre. La persona que me hizo la extracción, que no era la misma que me había atendido al comienzo, me hizo una serie de preguntas extrañas, ninguna referidas a mi persona: ”¿Ya te fuiste a ver con un obstetra? Mira que este análisis de sangre normal no te dice las semanas”. Todo parecía como un “reto” un poco raro, y yo recién me enteraba de que algo crecía dentro. 

El resultado claramente dio positivo, y enseguida saqué turno con un obstetra de la prepaga. Como los doctores especialistas en partos suelen tener complicaciones con los tiempos, me cancelaron el turno para dármelo con otro obstetra el mismo día. Yo estaba convencida de que no iba a continuar con el embarazo, y pensaba que en una semana iba a poder resolver la situación. Ese día estaba acompañada por mi pareja, entramos ambos al consultorio y el doctor me informó que “no hacía ese procedimiento” pero que el doctor original con el cual había sacado el turno si lo hacía. 

El médico que no hacía IVEs me pidió una serie de estudios, un análisis de sangre y una ecografía transvaginal. También me recetó una pastilla para tomar porque yo me sentía muy mal. Había días que me iba acostar a las ocho de la noche por el cansancio y además empezaba a sentir varios síntomas nuevos. Mi cuerpo rechazaba el mate, necesitaba consumir cosas frescas, me daban ganas de comer queso de todo tipo pero siempre frío. Sentía algo en la boca del estómago, como si tuviera una pelota de fuego adentro. 

Salí del consultorio enojada, sabiendo que esto iba a durar un montón y los síntomas no me  ayudaban. Debía continuar la rutina normal en el trabajo porque en ese ámbito no podía decir nada, tenía que manejarlo todo en la esfera privada. Me hice los estudios en una semana y finalmente pude atenderme con el doctor correcto. Yo seguía manteniendo mi decisión pero quería saber muchas cosas, tenía dudas de cómo iba a ser, si me iba a doler, si iba a poder tener hijes más adelante, cosas. 

Entré al consultorio sola, por el covid nos dijeron que no podía ingresar acompañada. El médico tendría casi 65 años y me pidió los estudios. Yo tenía tantos nervios que lo empecé a grabar por miedo a olvidarme algún detalle. Empieza a explicarme que tenía que hacerme más análisis de sangre para saber más detalles, me cuenta que ya estaba de 4 o 5 semanas. Al ver la ecografía me dice que se veían dos sacos pero que no veía nada adentro, que si bien estábamos seguros de que era un embarazo múltiple (mellizos o gemelos) al ser legal la IVE debía hacerme una ecografía más para que quede todo quede registrado. Tenía que esperar una semana más para luego hacerme la ecografía. Me indicó que los síntomas eran por que eran dos y que iba a poder tomar unas pastillas para las náuseas, una a la mañana y otra a la noche. Me explicó que tendría que realizar un prequirurgico que constaba de un hisopado, un electrocardiograma completo -un día antes del procedimiento-, más análisis de sangre, las autorizaciones correspondientes de la prepaga en cuanto a una intervención ambulatoria, y la toma del misoprostol. 

El procedimiento consistía en tomar el misoprostol a las 23 hs., debía colocarme 3 pastillas atrás de las muelas y esperar a que se disuelven solas y luego tomar 3 pastillas más a las 6 de la mañana (no podía tomar nada de agua). Al día siguiente debía acercarme a la clínica a internarme para que me realicen una intervención que constaba de sacar el resto de lo que quedaba en mi interior. Ya que con las pastilla vas largando sangre, más endometrio, más la bolsitas del feto, y vas perdiendo sangre, mucha sangre. Algo que me hubiera encantado que me informen era lo que me iba a caer de sangre, me hubiera preparado mejor. Pero si bien la interrupción voluntaria del embarazo es legal, falta un montón para que el equipo de salud se vaya familiarizando y empatizando con garantizar cuidadosamente este derecho. Recuerdo una frase que me dijo un ginecólogo: “Nosotros nos estamos aggiornando a esto, no dejamos de ser médicos que además damos vida”. 

Después de que el obstetra me informó todo esto caí todavía más en la cuenta de que me iba a llevar varios días más. Para mí era fastidioso, además, porque me sentía mal físicamente. Sabía que estaba en camino de resolverlo, sabía que no estaba sola, contaba con mis amores más cercanos de familia, amigas, pareja pero el malestar que tenía día a día me hacía estar de malhumor constantemente. Dormía más, cambié mi rutina, dejé de hacer cosas, no salía a la noche porque el cuerpo me lo pedía, era muy loco para mí que con tan poco tiempo ya sintiera todo esto.

Con los nuevos estudios no tuve problema excepto uno, la última ecografía donde ya estaba de casi 8 semanas. Para ir rápido y tener todo listo antes le expliqué a la ecografista que iba a interrumpir un embarazo. Su reacción fue muy negativa (y me quedo corta) dijo: “yo no hago esas cosas”. Le respondí que ella solo tenía que hacerme la ecografía, que no me iba a ir del lugar sin eso. Mientras me descambiaba pensaba en la situación que estaba teniendo que soportar. Cuando salí le dejé muy en claro que era mi cuerpo, por lo tanto mi decisión. Por dentro pensaba “menos mal que no me acompañó mi mamá”, no le hubiera gustado que nadie me hiciera sentir incómoda en la situación que me encontraba, pero pude defenderme. Sabía que la que estaba haciendo mal y ejerciendo violencia era ella, no yo. La ecografista me dijo: “yo te voy hacer el procedimiento igual, vas a tener que escuchar los latidos y todo”. A lo cual me expuse sabiendo que nada iba a cambiar mi decisión. Intentó de mil maneras que cambiara de opinión, me contó la historia de su familia, escuché los latidos, miré lo que habían crecido los fetitos porque eran muy pequeños. Me decía que por mi estatura iban a tener un montón de espacio en la panza, entre otras. Yo daba el sí “como a los locos”. Pensé en disfrutar cada paso que estaba dando, aprender de eso que estaba viviendo, más el humor que nunca me fallaba. Y así fue como conseguí mi objetivo: que la ecografía estuviera al día siguiente, y orgullosa de poder decir que frente a los obstáculos avanzaba con mi decisión. Sin embargo, me dolía saber que alguien más podía cruzarse con una ecografía así de violenta.

Con todos los análisis, prequirúrgicos, ecografías, las pastillas en mi poder, y un formulario firmado donde constataba mi consentimiento del procedimiento entero y que comprendía todas las etapas del mismo, ya podía empezar la toma.

El Misoprostol por obra social se obtiene de la siguiente forma: te hace la receta el médico, te lo autoriza la prepaga y lo retiras en la farmacia. No pagas nada, pero cuando vi el ticket de las pastillas de diez lucas pensé en todas las que no tienen un sistema de salud que las respalde. Comencé la toma un miércoles a las 23 hs. Al principio me dió sueño, unos chuchos fríos y después de casi dos horas empecé a sentir que me bajaba de a poco. Me dio tanto sueño que me quedé dormida, pero el dolor de las contracciones me despertó a las tres de la mañana, y estuve con mucho dolor más de una hora. Luego vino la calma, pero me bajaba mucha más sangre, a veces iba al baño y solo me quedaba sentada un rato largo. Cuando tenía unos minutos de calma me volvía a la cama con mi novio y el perro. Casi no dormí, manché un montón, aún estando preparada para el proceso. Se hicieron las 6 de la mañana y tenía que hacer la toma de las otras tres pastillas más pero no quería, me raspaba la garganta un montón al tener que esperar a que se disuelvan sin agua. Las tomé igual pero a los diez minutos cuando me fui a bañar para ir al hospital, vomité todo. 

Cuando llegué a la recepción del hospital mi novio informó que estaba para una intervención pero que estaba muy dolorida. La enfermera me dió una silla de ruedas para trasladarme. Primero tardaron unos minutos en autorizar la habitación, luego tuve que esperar en la guardia a que viniera el doctor. Vino su hijo, también obstetra, y me explicó que tenía que esperar hasta que me den la autorización de la cirugía. A todo esto había manchado mi pantalón (que por suerte era negro), la camilla donde me trasladaron, también la manché; hasta que en la habitación me dieron unas ¡toallitas postparto! que las ame y unos pañales de adultxs. Las toallitas comunes no aguantan tanta sangre.

Lo malo de esto fue que el obstetra me había indicado con mucha claridad que tenía que estar a las 7 AM en la habitación, y me había pasado su celular para que le avisara cuando  estuviera. No podía tomar agua, ni comer nada y la intervención fue finalmente a las 14 hs. Estando en el hospital ya estaba mucho más tranquila pero ansiosa de que todo termine. 

Llega mi momento de la AMEU. Me presentan al anestesista y entro en una habitación donde hay dos enfermeras y mi obstetra. Me colocan por vena la anestesia y me duermo. A la hora me despierto normal, no sentí nada. Lo primero que veo es a una médica y luego a mi obstetra que se acerca para saber si estaba bien, si sentía algún dolor. La verdad es que no, y tampoco sentía esa bola que tenía antes en la boca del estómago. Le agradecí, le di la mano y al ratito cuando me llevaron a la pieza mi panza hizo ruido de hambre y entendí que al fin me sentía bien. A la tarde llegaron mi mamá y mi papá, yo estaba con una sonrisa enorme por no sentir más náuseas y por saber que habían traído medialunas de Pertutti.

Ya terminando la tarde pasó el hijo del doctor a darme el alta y las indicaciones de cómo seguir. Debía volver a consultar en 10 días, me explicó que el periodo posiblemente iba a tardar en venir, que iba a estar sangrando 15 días más, pero menos cantidad. Me dio unas pastillas que eran para que no hubiera dolor, no recuerdo el nombre pero las tome solo una semana. Volví a mi casa con mi perro, y estuve casi tres días sin hacer esfuerzos físicos. Me quedó la mano dolorida del suero con medicación que me habían puesto en la clínica. Ese dolor, me hacía recordar todo lo que había pasado.

Pensé que el proceso terminaba en la toma del misoprostol pero luego vino el post de la interrupción que fue donde me di cuenta por todo lo que había vivido, de cada dolor enfriado, de cada malhumor que no entendía, de los miedos, de las náuseas…

Nunca me arrepentí de nada y me sentí súper acompañada, pero fue una experiencia que impactó en mi manera de ver las cosas. Por un lado, me di cuenta de que al sistema de salud le faltan un montón de cambios para acompañar realmente la ley, y por otro, no puedo dejar de acordarme de esos personajes antiderecho que piensan que las mujeres vamos corriendo a abortar. Habiendo vivido esta experiencia, dolorosa para mí, creo que nadie quiere pasar por esto. Pero también, me hizo sentir más tranquila saber que en un futuro podría proyectar una familia, eligiéndola y deseándola. 

Una vez que pasó todo con mi pareja nos sentimos aliviadxs, pudimos conversar y sacar todas las emociones que nos surgían con mucha charla y amor. 

*María Belén es diseñadora de indumentaria y vive en Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

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En la página de la Red de Profesionales por el derecho a decidir podés obtener información actualizada para acceder a tu derecho a la IVE/ILE en los distintos efectores. También podés comunicarte a la Línea de Salud Sexual del Ministerio de Nación 0800-222-3444 para recibir información, o con las Socorristas en Red para recibir orientación y acompañamiento. 

La violencia ecográfica puede denunciarse llamando al 0800-222-3444 la Línea de Salud Sexual del Ministerio de la Nación, donde también podés solicitar información sobre el procedimiento.

Que te hablen con palabras poco claras o comprensibles para vos mientras te hacen una ecografía constituye un hecho de violencia. 

Que no te pregunten si deseas o no ver la ecografía constituye un hecho de violencia. 

Que te obliguen a ver o escuchar la ecografía constituye un hecho de violencia. 

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