Entrevista a Juan Carlos Escobar

Médico pediatra, especialista en salud adolescente (Casa Fusa), ex Director de Adolescencias y Juventudes del Ministerio de Salud de la Nación (2019-2023). 

Ilustra: Yesica Embil

Límbica: En este número estamos explorando el universo de las adolescencias y juventudes. Como puntapié inicial para conversar queremos preguntarte, a partir de tu experiencia, ¿cuáles son las problemáticas actuales en torno a las juventudes? 

Desde la Dirección estuvimos trabajando con un Consejo asesor de adolescentes y jóvenes que nos permitió ir teniendo la interlocución y la voz de los chicos y chicas en relación a cuestiones vinculadas al acceso al sistema de salud. El Consejo estaba formado por organizaciones de todo el país (está conformado, todavía sigue existiendo), y organizado en seis comisiones de trabajo: salud sexual y reproductiva, salud mental, violencia, consumos, salud y educación, y promoción de la salud comunitaria. En el año 2021, todavía en pandemia, hicieron un diagnóstico participativo federal del que formaron parte cerca de 99 organizaciones. Salieron algunas cuestiones en primera persona, en relación a sus necesidades, a las principales problemáticas que los chicos y las chicas veían en sus territorios. En síntesis, los dos ejes comunes que atravesaron a las seis comisiones, independientemente del tema, fueron el abordaje de la salud mental y la implementación de la educación sexual integral. 

El tema de la salud mental es una de las problemáticas más complejas que están atravesando en este momento adolescentes y jóvenes. El contexto de la pandemia, el aislamiento, la posibilidad más cercana de la muerte, las experiencias también de duelo intrapandemia, etcétera, han generado una marca que todavía no hemos llegado a dimensionar, incluso después de cuatro años de pandemia. Es una de las principales problemáticas, creo, con situaciones de mayor tristeza, visto por ellos como depresión, mayores situaciones de autolesiones, ideación suicida, intentos de suicidio, este es un tema que está presente y es bastante emergente. De hecho una cuestión que pasa con la salud mental, por lo menos en los pibes lo que yo he notado, es que ahora se habla de eso. Hay una demanda. Lo que antes por ahí los pibes decían “hablemos de anticoncepción o hablemos de salud sexual”, ahora piden hablar de salud mental. Eso sí llama la atención, algo que en general siempre estuvo más estigmatizado o que estaba asociado al tabú. Me parece que hoy está en la agenda en primera persona de los de lxs pibxs. La cuestión de la validación de las emociones, hasta dónde lo que estoy sintiendo es algo natural o esperable, hasta dónde me tengo que preocupar o tengo que consultar. Después aparecen cuestiones relacionadas a la incertidumbre frente al futuro, la precarización laboral, por ejemplo, también es uno de los temas que en el diagnóstico les preocupaba bastante. El acceso a las tecnologías, tanto como el déficit. Esto estuvo muy asociado a la pandemia en relación a la brecha digital que hubo para poder sostener la escolaridad y hoy un poco más marcado en la cuestión del uso de la tecnología, por ejemplo, para situaciones de acoso, de bullying y todo lo que está en auge en relación a las ludopatías. 

L: Aprovechamos para hacerte otra pregunta, que se relaciona con esto último que traes, ¿pudieron ver en esas problemáticas distinciones por género? 

Aquel diagnóstico no estaba diferenciado por género. Pero sí, por ejemplo, llegué a una investigación que hizo el Ministerio de mujeres de la Provincia de Buenos Aires, que se llama “ESI con Amigues”, donde se hicieron 600 encuestas a pibis entre 12 y 21 años sobre principales problemáticas. Ahí aparecía en primer lugar el tema de salud mental y emociones; el tema de la gordofobia y los discursos de odio frente a las diferentes corporalidades, violencia basada en género; y el adultocentrismo. Esto último también salió en el diagnóstico participativo que hicimos desde la dirección, las miradas de los equipos docentes de salud, desde un posicionamiento más adulto, sin tener en cuenta las particularidades o las necesidades de los pibes. Y eso ellos lo veían como una problemática. Ahora, con respecto al género, el 72% de las personas que respondieron la encuesta -que era anónima, confidencial, voluntaria- eran personas que se identificaron con el género femenino,  un 2% personas trans y no binarias. Con lo cual, digo, tiene que ver con esta cuestión de que los varones en general expresan muy poco las emociones, no acuden al sistema de salud, no lo ven como una problemática o como una necesidad. 

En relación con el sistema de salud hay dos cosas que se ponen en juego. Una tiene que ver con la construcción de la masculinidad y la feminidad. Los estereotipos de género, como desde niñes las personas somos socializadas diferencialmente a partir del sexo asignado al hacer, y eso implica un modo diferencial también de cuidado y de gestión del cuidado. Por ejemplo, los controles de salud hasta los 10 años, más o menos, se hacen de la misma manera independientemente del género. Pero después de la pubertad, con los primeros cambios físicos, en general, son los cuerpos femeninos los que entran en la maquinaria del control de salud, fundamentalmente a partir de la primera menstruación. Hay una cuestión cultural de ir a la ginecóloga, hacerse los controles, el cuidado anticonceptivo, el riesgo de embarazo, etcétera, sobre las feminidades. En cambio, en los varones, eso va desapareciendo.  Un ejemplo muy básico es la vacuna del HPV, que es la que se da a los 11 años. Primeramente fue obligatoria para las niñas, pero después también se incorporó para los varones. Son dos dosis, la segunda dosis de la vacuna tiene una cobertura muy baja, pero muchísimo más baja en niños varones que en niñas mujeres. Y a los 11 años en general quien lleva a vacunar es la familia. Entonces, ahí también hay un ente familiar que se preocupa más de la vacunación de la niña que de la vacunación del niño, digamos. Y eso también va generando un modo de ser y de estar y de relacionarnos con el sistema de salud. Y por otro lado, tiene otra arista, el sistema de salud reproduce esos estereotipos, es un sistema que está armado para controlar el cuerpo de aquello que se considera más débil o más vulnerable, o pasible de enfermarse, o pasible de cuidado, y ahí entran los niños, las mujeres, los adultos mayores, las embarazadas, los enfermos, pero en el imaginario probablemente no varones jóvenes sanos o aparentemente sanos. Entonces, todo lo que tiene que ver con promoción de la salud, en general, uno tiene la imagen del niñx y la madre, toda la tradición materno-infantil, una serie de cuestiones que hacen a cómo el sistema de salud reproduce que las tareas de cuidado deben recaer en las mujeres. Una pareja heterosexual, adulta, grande, va a la consulta porque el tipo está enfermo y el médico le da las indicaciones a la mujer, porque va a entender que él no se va a saber cuidar, no va a tomar las pastillas, etc. Con lo cual la que tiene que cuidar ahí es la mujer, cuando el que está enfermo es él. Si estuviera enferma ella, no le daría indicaciones a él para que la cuide, le daría las indicaciones a ella. Y eso también pasa en pediatría, el recargo del cuidado de las madres por sobre los padres. Entonces, hay también algo del sistema de salud que reproduce esta diferencia genérica: en el cuidado anticonceptivo, la diferencia que hay entre ligaduras tubarias y vasectomías, por ejemplo, aún con Ley, aún con nuevas estrategias como la vasectomía sin bisturí. Si bien no está tan difundida, los propios equipos tienen muchas resistencias a hacer la vasectomía. 

En cuanto a consultas específicamente, en general los varones tienen una mayor morbimortalidad asociada a causas externas, que son aquellas situaciones de patología, de enfermedad y de mortalidad, asociadas a incidentes viales, accidentes, suicidios y homicidios. El 60% de muertes en la etapa de adolescente y juvenil -que es una etapa relativamente sana desde el punto de vista biomédico digamos, más biologicista- ocurre por estas causas. Y de ese total de adolescentes y jóvenes que mueren por causas externas, el 70% se da en varones y masculinidades. Entonces, ahí también el afrontamiento del riesgo, el no cuidado, el no uso de casco, conducir alcoholizado, pelearse porque te tiraron la bronca, pelearse en la cancha, etcétera, lleva una mayor carga de morbimortalidad. Incluso suicidio, que si bien es cierto que los intentos son mayores en las mujeres, los suicidios consumados son más frecuentemente en varones. Se habla ahí de cierto mandato de infalibilidad, es decir, si voy a hacer algo que en general socialmente está asociado a la cobardía, como es quitarse la vida frente a una situación de dolor o de malestar “lo tengo que hacer bien” porque sino también el peso de haber fallado en ese intento es peor. Me parece que esto también es algo de lo que se habla muy poco. Las mujeres están más acostumbradas socialmente a hablar de lo que les pasa con amigas, con la madre, etc. En cambio, en los varones está más vedada esta posibilidad de demostrar el sufrimiento, el malestar. No con el afán de victimizar a los varones.

L: Justamente queríamos preguntarte ¿Cuáles crees que son los desafíos de trabajar con las masculinidades hoy para abordar la salud? Ante esta socialización de género que afecta negativamente su salud pero que de alguna otra forma los privilegia. 

Es todo un desafío, venimos trabajando hace varios años en la temática con talleres, con pibes, en capacitación a los equipos de salud. Nosotros teníamos -bueno, yo hablo en pasado porque ya no estoy, pero por suerte todavía, aunque agarrada con hilos, está- una estrategia de asesorías en las escuelas. Hay un asesor, que es un integrante del equipo de salud que cumple horas fijas en la escuela, y se ofrece un espacio de confidencialidad y de asesoramiento, que linkea con turnos protegidos en el centro de salud. Esto se ha llevado adelante fuertemente con el Plan de Prevención de Embarazo No Intencional (ENIA) en provincias del norte del país, y en zonas rurales. E independientemente del género de los asesores, estando en escuelas mixtas, el 80% de las consultas son de mujeres. Evidentemente hay algo ahí muy difícil de desarmar en relación a cómo generar demanda en los pibes para que puedan dar cuenta de las necesidades que tienen. Porque las tienen, pero es muy complejo. El único motivo de consulta, por ejemplo, de las asesorías en donde hay mayoritariamente más varones que mujeres es en el consumo de sustancias. Con lo cual esa es una puerta de entrada para trabajar. También asociado ahí a situaciones de violencia, a no cuidado en las relaciones sexuales, por ejemplo. La otra puerta de entrada creo que tiene que ver con el tema de las paternidades. Hay algo que se pone en juego en relación a cierta mirada reivindicativa, por lo menos en la experiencia que tuvimos de adolescentes y jóvenes varones, con un deseo de ser buenos padres, para suplir los padres que no tuvieron o que tuvieron de manera violenta o ausente. Pero, por lo menos ahí como en algunas investigaciones que hicimos y algunas experiencias de dispositivos con padres adolescentes, lo que veíamos es que los pibes se proyectaban como queriendo ser padres, pero más adelante, cuando sienten cabeza, cuando tengan un trabajo estable, sin problematizar, digamos, la maternidad de sus compañeras a la misma edad que ellos.

Yo creo que hay como una línea delgada entre llegar a los varones y plantearles “bueno, ustedes son los culpables, nosotros somos los culpables de todo, el patriarcado, las situaciones de violencia, etcétera” ni por otro lado decir, “bueno, somos unas víctimas, pobres los varones, ahora no podemos hacer nada, nos escrachan”. Me parece que hay que poder entender que todos estamos atravesados por esa estructura, hacernos parte de que somos sujetos generizados, que el género nos atraviesa. Esto me parece que es importante, dar cuenta y poder también pensar que trabajar estas cuestiones nos hacen un poco más felices a todos y todas. O sea, que tiene costo para los varones, y obviamente lo tiene para las mujeres y diversidades (la violencia de género, los femicidios, las situaciones de acoso, etcétera). Me parece que poder dar cuenta de eso también ayuda a los pibes a problematizarlo. El tema es que a veces siento que es como nadar contra la corriente, o que es como buscar una aguja en un pajar, porque las situaciones de violencia son permanentes. Nosotros hemos tenido situaciones de asesores que estaban contratados que tuvieron situaciones de violencia, de acoso con pibas o de denuncias de sus parejas por violencia por motivos de género. Entonces, me parece que también es como un momento súper complejo para ver por dónde los pibes se pueden identificar de alguna manera, sin esta sensación de que ahora no pueden hacer nada. Sumado a toda esta cuestión del movimiento libertario y los mismos discursos del presidente y de una clase política que avala discursos de odio o determinados comportamientos. Creo que eso también embarra mucho más la cancha y nos desafía a ver de qué manera hablamos con esas personas, sin confrontar pero a la vez cuestionando esos posicionamientos.

L: En relación a las disidencias sexuales, ¿que ves en términos del ofrecimiento o de las respuestas que el sistema de salud propone para estas juventudes?

Yo creo que ha habido un cambio, y un avance en la respuesta a las personas del colectivo de la diversidad sexual y de género desde el sistema de salud. Por lo menos en los últimos años lo que nosotros habíamos empezado a notar era una mayor demanda de los equipos provinciales, por ejemplo, frente a niñeces y a adolescencias que querían transitar o que estaban con preguntas relacionadas a la identidad de género. Las familias consultaban por estas temáticas y eran muy pocos equipos en las provincias, o había una persona, generalmente un endocrinólogo de adultos, que era quien se encargaba de los tratamientos de hormonización, y pedía alguna capacitación para trabajar con niñez y adolescentes. Entonces ahí sí hubo un trabajo muy fuerte, yo diría que en los últimos cinco o seis años de capacitación, de espacio de discusión con profesionales de las diferentes provincias, de búsqueda de evidencia científica, elaboración de materiales, tanto para la comunidad, como para los equipos técnicos. A principios del 2023 se presentó un documento de inhibición puberal para niñeces y adolescencias, y eso fue todo un posicionamiento político del Ministerio de Salud para poder sacar ese material. Porque los insumos se estaban dando, pero no había una guía técnica que acompañe ese evento específico de acompañamiento y después, la hormonización posterior. Me parece que como en todo, la sociedad civil, las organizaciones han ejercido la presión para que las autoridades y los equipos técnicos podamos dar respuesta, algo similar también a lo que pasó con el aborto. Quienes primeramente empezaron a dar respuesta han sido a las socorristas, los equipos de las organizaciones de la sociedad civil, para que después algunos equipos que se animaban a garantizar ese derecho, pudieran de alguna manera visibilizarse. Yo digo que los profesionales también salimos del closet de poder, de alguna manera, tímidamente o temerosamente garantizar el derecho, a poder hacerlo abiertamente, por ejemplo, cuando se crea la red de profesionales por el derecho a decidir en relación al aborto. Y con diversidad me parece que pasó lo mismo. 

A mí lo que me preocupa es el hoy. A nivel mundial está habiendo muchos discursos pro ideología de género, con miradas más restrictivas con respecto a los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual;  y eso da pie para que ese germen más conservador que está en los equipos de salud, que está en las familias, que está en las sociedades científicas vuelva a arremeter contra lo que se había intentado garantizar. Más con un Estado que actualmente tiene un posicionamiento en contra de esos derechos no sólo desde lo ideológico, sino también desde lo fáctico, porque yo creo que en un corto plazo probablemente falten insumos, también para el colectivo de la diversidad sexual. De hecho, se ha desmantelado el Ministerio de mujeres, géneros y diversidad. 

Por ejemplo, si hoy preguntas por el Plan ENIA, te dicen que no se desmanteló, sino que “se reestructuró”. Hay suficiente evidencia de la efectividad que tuvo el plan en relación al descenso de la fecundidad, cerca de un 60%, histórico, un plan que además lo han tomado de modelo otros países. Y ahí de vuelta, no se trata solo de garantizar insumos sino también de acompañar la entrega de los insumos con las consejerías, con las asesorías en las escuelas, con el trabajo territorial. Está demostrado que, por ejemplo, la adherencia a métodos anticonceptivos, al cuidado anticonceptivo, de las relaciones sexuales, todo el tema vinulado al consentimiento, no tiene que ver solo con el conocimiento y la disponibilidad de insumos, sino también con el ejercicio de la autonomía y la autoestima de las personas. Entonces, si yo no trabajo con las pibas el ejercicio de la autonomía, el cuidado de su cuerpo, la importancia del consentimiento, el que puedan decir que no, por más que tengan información de cómo cuidarse, e incluso que tengan anticonceptivos o preservativos, si no está lo otro, es muy difícil que puedan usarlo sostenidamente, que puedan negociar el uso del preservativo, etcétera. Entonces discursivamente hay algo ahí que dicen sostener, pero que sin recursos es imposible. Tampoco se puede dejar librado a cada una de las provincias porque sabemos que esa es una de las principales bases de la inequidad. Nuestro país es absolutamente inequitativo, entonces, cuando se creó el Plan ENIA lo que se priorizó fueron las provincias con peores indicadores y con datos que eran inamovibles desde hace años. Que descienda la fecundidad adolescente en el Chaco, no es lo mismo que descienda la fecundidad adolescente en Chubut, o en Neuquén, que es una provincia que tenía programa de salud sexual antes de que exista el programa nacional. Entonces, la nación tendría que generar equidad en la distribución. Yo el panorama lo veo bastante preocupado, estoy un poco pesimista. Pero bueno, creo que existe también una base territorial, hay todo un trabajo de años y una apropiación de los derechos por parte de la población, de las comunidades, que me da la esperanza de que eso de alguna manera pueda generar ahí una resistencia. El tema es por qué tendríamos que seguir resistiendo, ¿no? Pero bueno, es parte también de la historia de nuestros pueblos. 

L: ¡Gracias Juan Carlos! Nosotras también esperamos que, de alguna manera, se logre generar cierta resistencia.

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