“La planta tiene cinco mil años de historia como herramienta terapéutica, después tiene 100 años de prohibición”
Límbica: El movimiento cannábico en Argentina tiene muchos años de lucha y reclamo. ¿Qué rol juega Mamá Cultiva en ese movimiento? ¿Por qué eligieron para el nombre a la figura de la “mamá” poniéndola a jugar en estas disputas por la reglamentación, el autocultivo y el uso de cannabis medicinal?
Valeria: Cuando Mamá Cultiva se creó en 2016 había una sola organización llamada CAMEDA (Cannabis Medicinal Argentina), que buscaba cannabis farmacéutico para la salud. Nosotras éramos un grupo de personas que cultivabamos marihuana con fines terapéuticos. En marzo de 2016 Diana Conti presentó un proyecto para despenalizar el uso del cannabis con fines terapéuticos. Yo fui a la presentación del proyecto y lo que me llamó mucho la atención, es que el proyecto lo presentaba una mujer, al lado de ella había otra mujer, las diputadas que acompañaban eran todas mujeres: Araceli Ferreira, Myriam Bregman, Carolina Gailliard, y del otro lado escuchando éramos un montón de mujeres también. Por primera vez se me hizo la luz y dije “guau al fin un montón de mujeres”, porque el mundo cannábico fue siempre del varón. Me encontré conversando con las chicas que estaban ahí, gente con quien me veía por primera vez: “che, tenemos que hacer una organización que sea de mujeres que cultivan”. Ahí alguien me preguntó si conocía a Mamá Cultiva de Chile, y me pareció un nombre muy potente porque son dos palabras y dice todo. Era mi realidad porque yo cultivaba para mi hijo, entre otras cosas, y me pareció que estaba buenísimo.
En eso me di cuenta que la figura de “la madre”, que nombrarme como madre, tenía un peso enorme. Porque en la sociedad patriarcal en la que vivimos la palabra de la madre es casi sagrada, yo les decía que no podían negarle a una madre que mejore la calidad de vida a su hijo. Y con ese discurso, que a parte es cierto, (porque al conservador vos le tocás la moral y no tiene escapatoria), fuimos logrando instalar un tema que prendió rápido. También llegó a los medios, en los que siempre hubo varones defendiendo el porro y nosotras nos posicionamos como madres defendiendo el aceite, es más, todavía hoy existe mucha gente, que sigue pensando que cannabis y marihuana son dos cosas distintas cuando es lo mismo. Defendemos lo mismo que esos varones que defendían el porro, pero con otra perspectiva. La verdad es que fue estratégico: primero fue darnos cuenta que no había ninguna organización que pensara desde la perspectiva de salud, segundo aprovechar la figura de la madre en una sociedad patriarcal, y por último, aprender de lo que la planta nos fue enseñando.
Algo que todavía me continúa sorprendiendo, es que desde el momento que tuvimos redes, las consultas que nos llegan son en su mayoría de mujeres, son más del setenta por ciento y son de mujeres que cuidan. Durante el 2016 con el re-despertar del movimiento feminista, recuerdo estar adentro del congreso y escuchar en la calle “mi cuerpo, mi decisión”; y nosotras tomar ese reclamo y decir “mi salud, mi derecho”. Nosotras tenemos derecho a mejorar nuestra salud y empezar a tomar las banderas de la soberanía sanitaria buscando que el sistema médico acompañe una decisión ya tomada. Nosotras no fuimos a pedir cannabis, nosotras ya teníamos el cannabis, y necesitamos un marco legal para algo que ya estamos usando. Ahí empieza un camino, que en un principio sinceramente, no estaba pensado, el de mirar desde esa perspectiva, con esos anteojos violetas que nos regalaron nuestras compañeras y que abrazamos rápido porque es la misma lucha, nos dimos cuenta que estábamos pidiendo lo mismo. Eso trajo Mamá Cultiva al movimiento cannábico, eso pudimos aportar, una visión desde una mirada violeta.
L: En una entrevista contabas que decidieron posicionarse estratégicamente desde el campo de la salud para visibilizar los beneficios de consumir cannabis en lo que hace a su uso terapéutico, ¿A qué se debe esta decisión?
V: Desde el 2010 que tuvo lugar el Fallo Cibotti, sostengo que hay que armar algo que saque a la planta de la demonización en la que fue puesta. Es cultural, teníamos que deconstruir una demonización muy bien armada que todavía hoy persiste en un montón de personas y en un montón de cabezas. Poder ver a la planta como una planta, es muy difícil, y nosotras teníamos esa responsabilidad. Para sacarla de ese lugar me parece que no hay mejor manera que generando empatía desde la salud. Yo en todas las entrevistas decía “usted ahora no necesita cannabis pero ojo que en algún momento lo puede llegar a necesitar, no esperen que el dolor les golpee la puerta, pónganse en nuestros zapatos”. La primera campaña que hicimos en 2016 fue “Yo me pongo en sus zapatos”, diciendo también vos podés necesitar cannabis el día de mañana, empezá a mirar desde otro lugar. Y ahí, la verdad es que logramos un montón. Los derechos humanos van de la mano de la empatía, se necesita lograr cierta empatía para avanzar en la conquista de ciertos derechos. Así pudimos avanzar en una ley malísima que es la que nos podía dar el oficialismo en ese momento, pero que nos permitió instalar un tema, en los medios pero también en el almuerzo familiar. Tuve que ir a lo de Mirtha Legrand (se ríe), o sea no quería, pero entendía que ese era un lugar a donde había que ir. Desde ese momento empezaron a venir adultes mayores, nos cambió el público de golpe.
La planta tiene cinco mil años de historia como herramienta terapéutica, después tiene 100 años de prohibición. Sólo un siglo contra milenos, entonces nuestra responsabilidad era devolver a la planta donde tiene que estar que es en el boticario junto con la manzanilla, el boldo y un montón de cosas más.
L: Ahora tienen muchas capacitaciones que linkean con salud, y también dan herramientas para el autocultivo…¿Cómo comenzaron? ¿Qué temáticas abordan y cómo las eligen?
V: Arrancamos dando talleres en el 2016, primero eran informativos, hablábamos solo de cultivo pero había una introducción antes de comenzar a hablar de la planta y de cómo se cultiva, donde contábamos la experiencia con la planta en términos terapéuticos. Que una mamá le hable a otra mamá, tiene mucho más impacto que si le habla un cultivador o un médico. Era yo sentada en una banqueta con un micrófono diciendo “a mi me pasó esto” con una planta que se cultiva de forma ilegal yo logré esto: que un nene que tenía trescientas convulsiones baje a una convulsión diaria y que una persona con parkinson, pase de no poder caminar a pintar la pared de su casa. En el medio hay algo que tiene que ver con tomar las riendas del tratamiento, con dejar de esperar una decisión política, o una industria que fabrique aceite, dejar de esperar. Para lograr eso, hay que desarmar un montón de cosas porque vivimos en una sociedad patriarcal en donde la figura del médico es un héroe, su palabra es sagrada, “y el médico qué dice?” te preguntan. Bueno, el discurso médico no está de acuerdo, el médico no estudió esto en la facultad, no conoce el cannabis. Las mujeres madres y las mujeres que cuidan ya están hartas de un sistema que no da respuesta, y que cuando vos tenés síntomas o tenés un familiar con determinada cantidad de síntomas, si esos síntomas no ceden le agregan medicación que tiene efectos adversos, que genera dependencia y vos ves como se te va atontando tu familiar o tu persona cuidada. Escuchás a una madre diciendo “y con ésto pude bajarle la medicación”, tener a la persona más conectada, más despierta, más alegre, de mejor humor, la verdad es que la prohibición queda en un segundo plano y avanzas. Por suerte muchas personas, a pesar de la prohibición, pusieron en riesgo su libertad y se animaron a cultivar. Y esto, es sólo en el primer año con todos esos talleres que dimos, a veces dábamos talleres para 300, 400 ó 500 personas. Por un lado, pensás en lo positivo de que 500 personas nos van a escuchar, y por el otro que garrón hay 500 personas que no encuentran respuesta en el sistema de salud que tenemos. Y eso es tristísimo, entonces es mucha la responsabilidad de transmitir esperanza, que sabemos que esta planta va a responder a esa demanda, pero por el otro lado nosotras no somos el Estado y no nos podíamos hacer cargo de tanto. Entonces nos dimos cuenta que teníamos, aunque sea en Buenos Aires, generar un dispositivo que acompañara para poder ir desarrollando los temas de a poco como para acompañar realmente y ahí empezamos con lo que ahora se llama ECO (Espacio de Contención y Orientación) que básicamente es un dispositivo para acompañar a las familias en el camino hacia la soberanía sanitaria y apropiación de su tratamiento. Obviamente esos encuentros los tuvimos que ir mejorando, nos apoyamos mucho en compañeras psicólogas o trabajadoras sociales. Entre las voluntarias de Mamá Cultiva hay un montón de gente muy hermosa que tiene muchos conocimientos y entre todas nos sentábamos a pensarlo. Nos ayudaron mucho también las ronderas de la Fundación Soberanía Sanitaria. Lo empezamos como improvisadamente porque era urgente y a medida que veíamos lo que pasaba en esos grupos de escucha lo fuimos mejorando más y hoy te puedo decir que es una maza, ese ECO es hermoso, los contenidos están todos y cada uno pensados y son necesarios para llegar al objetivo de poder ser gestora de tu salud y sin culpa sin miedo y eso es un montón. Y después vimos que las personas que pasaban por Mamá Cultiva, que también era nuestra responsabilidad darles todas las herramientas posibles para que pudieran seguir.
L: Y ¿Cómo se articulan las capacitaciones con el campo de la salud, si es que hay una articulación?
V: Pensamos que había que empezar a capacitar también a lxs profesionales de la salud y nos pusimos en la tarea en 2018, de armar una capacitación interdisciplinaria para profesionales de la salud. La primera cohorte con el Centro Cultural de la Cooperación que tiene muchas áreas relacionadas a la capacitación académica, nos fue muy bien. Y después empezamos a articular con UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo) porque la UMET tiene un campus virtual, un poquito ya adelantadas a la pandemia, en 2019 hicimos para que se puedan inscribir profesionales que no están en Buenos Aires o que no podían venir de manera presencial y a partir de ahí hace tres años que estamos trabajando con UMET, llevamos seis cohortes. Tenemos el ECO, tenemos estas capacitaciones para profesionales y esperamos pronto tener la diplomatura propia, que la estamos trabajando con UMET y con UnPAZ (Universidad Nacional de José C. Paz). Es un proyecto necesario, ya hay otras diplomaturas siempre motorizadas por organizaciones de la sociedad civil. La prohibición generó una especie de divorcio entre lo que es el conocimiento popular, lo que conocemos lxs cultivadorxs y lxs usuarixs de cannabis y el ámbito académico. Nosotras tenemos ahora que volcar toda esa información y generar puentes para que todo eso que nosotras conocemos, sabemos y estuvimos generando llegue a donde tiene que llegar
L: Nos gustaría que nos cuentes qué es el REPROCANN, y cuáles están siendo las cuestiones que obstaculizan la gestión de los registros o mismo la inscripción, ¿Qué reacciones están teniendo desde el sector salud?
V: El REPROCANN es un registro que dice la Ley 27.350 que tiene que existir, que el macrismo no había reglamentado y que terminó por reglamentarse en el 2020 a pesar de la pandemia de la mano de Carla Vizzotti. Ese registro permite que las personas que cultivamos nos anotemos como personas que cultivamos para nuestra salud, que quienes cultivamos para otras personas también nos anotemos como cultivadores solidarios y para que las organizaciones de la sociedad civil que cultivamos también para dar respuesta a la gente (que somos, fuimos y seremos siempre el primer sostén de la demanda) también nos podamos anotar y tener un marco que nos contenga dentro de la ley. Que si mañana vienen a allanar mi casa yo pueda demostrar la inscripción y estar un poco más tranquila. Es una deuda que tenía el Estado para con nosotras, desde que se sancionó la Ley, desde antes en realidad, pero cuando se sancionó la 27.350 nosotras festejamos porque teníamos el artículo 8 y después ese artículo no se reglamentó. Bueno esto (el registro), nos devolvió la fe en la política básicamente. Todo lo que hicimos tuvo sentido a partir del momento que Carla Vizzotti nos escuchó. Lo que obstaculiza es que para inscribirte en el REPROCANN necesitas que unx médicx, acá vuelve la figura patriarcal, te autorice e ingrese al sistema tus datos. Sucede que todavía no tenemos muchxs medicxs amigxs del cannabis, y lo que se generó, como en todos los países del mundo (porque esta experiencia ya se vivió en otros países), son kioscos básicamente. Hay medicxs de atención particular, que te cobran mucha plata o poca, no sé, depende de quién y dónde, por anotarte. El registro en el REPROCANN es gratuito, lxs médicxs deberían (si saben que usas cannabis y están de acuerdo) ingresarte. Pero lo que ocurre es que, como todavía la corporación médica no acepta al cannabis como una terapia, la mayoría de lxs medicxs se resiste a inscribirse y a inscribir a sus pacientes. Con lo cual les pacientes están a la búsqueda de estos médicos kiosqueros que cobran algún dinerito para poder inscribirte, pero son pocxs. El cuello de botella es conseguir a lx médicx pero de a poco se fue abriendo, al principio eran muy poquitxs, después la cuestión económica empezó a ayudar. Un médico diciéndole a otro “che mirá yo la verdad que por cada uno que inscribo, cobro diez lucas, me estoy llevando 400 lucas por mes” y se va abriendo y cuantos más son menos cobran y se va a ir diluyendo. En California pasó lo mismo, en Canadá pasó lo mismo. Yo decía, cuando tengamos la posibilidad de abrir un registro, lo tenemos que reventar o sea nos tenemos que anotar 500 mil personas de golpe y lo hicimos, lo reventamos, se cayó el sistema. El registro empezó a funcionar en marzo de este año, y en julio ya había veinte mil personas anotadas y se cayó el sistema. Esta semana lo levantaron y ahora está andando muy bien, se ve que cambiaron algo en el servidor y está andando rápido, está ágil. Yo creo que en muy poco tiempo realmente va a haber cien mil personas anotadas y eso es lo que nosotrxs tenemos que lograr, con estas políticas ir torciendo y haciendo ver. Cuando hablábamos del registro un diputado me dijo: “¿Un registro para qué, cuatro mil personas, cuántos son?” Yo lo miraba y pensaba “este hombre no tiene ni idea” y bueno sí, no tienen ni idea y está bueno visibilizar que somos muchísimas personas y que también hay muchas que no se anotan porque tienen miedo, porque piensan que si cambia el gobierno y tiran todo para atrás están nuestros datos ahí, la paranoia que nos dejó la cultura prohibicionista.
L: ¿Qué te parece que aportan los feminismos al movimiento cannábico?
V: Mirá nosotras como feministas lo que le aportamos al movimiento es el ejercicio de la construcción colectiva.. Si yo descubro que algo me hace bien… yo le di cannabis a mi hijo y cuando vi lo que pasó me fui corriendo a la escuela a contarle al resto de las madres de pibis con autismo que me miraron como diciendo esta chica está re mal, bueno no era el momento. Pero lo que a una le sale es socializar lo que sabe. Nunca competiríamos entre nosotras o secretearíamos algo que sabemos que otra le hace bien, y creo que de a poco lo vamos a ir logrando y ya lo estamos viendo hacia adentro del movimiento cannábico. Basta de la copa cannabica, basta de competir a ver quién tiene la mejor planta, socialicemos lo que sabemos, compartamos lo que sabemos, hagamos una suelta de esquejes, regalemos, saquemos el conocimiento hacia afuera, compartamos y tejamos redes. Yo dije que en 2016 la única organización con perspectiva de salud que cultivaba éramos nosotras, hoy hay más de 100 organizaciones con perspectiva de salud en todo el país ¿Cómo lo hicimos? Mostrando que se podía hacer, llevando nuestra bandera, yendo a las marchas con un banderón gigante que decía marihuana para la salud. Y desde ese aporte, esa mirada, esa construcción, ese poner el cuerpo, y siempre con alegría, bailando, cantando, con los pelos teñidos, llenas de brillantina, así íbamos a las marchas y creo que tenemos para aportar eso: la construcción colectiva de saberes, que ni siquiera nos pertenecen a nosotras, es un legado que venimos recibiendo de conocimientos ancestrales y que tenemos que estar super agradecidas que hubo unas brujas a las que no quemaron y que nos pudieron transmitir todo lo que sabían. Yo me siento honrada de poder llevar una bandera que llevaron compañeras tan importantes antes que yo y que tuvieron que dar la vida, mujeres a las que los primeros claustros medievales le arrebataron la posibilidad de ejercer la medicina como ellas lo hacían y hoy nosotras las estamos reivindicando y aportando con esa mirada una mejor salud para toda la humanidad, porque en ningún momento lo pienso como la liberación de la planta sólo para la Argentina, yo creo que la humanidad se merece que esta herramienta terapéutica sea legal. Creo que nosotras tenemos esa mirada para aportar, que a veces no tiene que ver con salvar a alguien, no tiene que ver con ser el héroe, el médico heróico que salva la vida de otra persona. Tiene que ver con acompañar esa circunstancia que te tocó vivir y en eso las mujeres tenemos mucha experiencia en hacerlo y en hacerlo muy bien.