El saber desde la disidencia

Ilustra: Débora Puricelli

Desde pequeña supe que era distinta, que miraba al mundo de una manera diferente. Después de los 10 años el rompecabezas de mí vida se armó completo: era una persona afro, y luego, a los 18, descubrí que era una mujer trans. Eso me ayudó a entender por qué se me hacía tan raro ver en medios de comunicación y en revistas gente que nunca se parecía a mí. Lamentablemente entendí, en ese momento, que no era la norma, que a las disidencias muy rara vez se las nombra y, si se hace, es en un pequeñísimo espacio donde están amontonadas. Un ejemplo de esto son las barbies de la época en la que crecí. Eran todas blancas y si bien su cabello podía cambiar, las barbies negras eran las mismas barbies blancas a las que solamente les habían oscurecido el pelo y la piel. Eso más que representarme me hacía sentir sola. También desde muy chica me hicieron saber que era una persona quejosa ante las desigualdades.

La primera vez que pisé el instituto de ciencias donde actualmente trabajo, a principios del año 2023, fue con miedo de ser el bicho raro o la única feminidad. Me agradó llevarme la sorpresa de no ser la única mujer trabajando ahí, al contrario, los hombres eran menos en ese instituto y no todos se dedicaban a la ciencia. Fue algo completamente nuevo pero interesante y estimulante. Si soy honesta nunca me acerque de lleno a la ciencia, no lo veía como un espacio posible, siempre se me dijo que era algo que se me daría fatal. No puedo juzgarles, aún hoy en nuestra sociedad está muy marcada la imagen del científico como un hombre cis, hetero, blanco, de edad mayor. Rara vez se menciona a las mujeres en la ciencia, son entes que trabajan y a la hora de su reconocimiento se las elimina de cualquier registro. Podía empatizar con esa realidad debido a que mi nacionalidad siempre estaba a prueba por mí aspecto, y mi existencia como mujer trans era eliminada por no ser algo normativo.

Para mí, que no venía del mundo de la ciencia, la inserción fue un bombardeo de información, pero al mismo tiempo el bichito de conocimiento quiso aprender más y más. En este tiempo de trabajo en el instituto, fui aprendiendo sobre el campo en el que me desempeño y siempre ando con “tips científicos” que me van compartiendo mis compañeres.

Al poco tiempo de haber empezado a trabajar como administrativa en el área de capacitación del instituto, se me propuso que preparara un seminario para todo el equipo del edificio. El seminario sería sobre antirracismo, un tema que manejo y sobre el que ya venía trabajando en otros ámbitos. Pero lo que realmente me preocupó de la propuesta era el público al que me tenía que dirigir. En mi mente lo primero que apareció fue incertidumbre. Yo fuera del instituto daba charlas a gente “común” o no científica, pero me inquietaba pensar cómo sería educar sobre el tema a gente de las ciencias. Cuando entré al instituto no noté que se hablará en general de temas más “sociales”, con el tiempo vi más interés en lo social. El estereotipo que se tiene, y que yo también tenía, sobre las personas que trabajan en ciencia, más de ciencias duras, me hacía dudar sobre cómo iba a recibirse lo que yo les traía y si se generaría diálogo en torno a ello.

Fue un miedo latente, pero pude preparar mi seminario desde un enfoque afro feminista, algo que me representa y que, a la vez, sentía que al ser algo poco hablado podía enganchar al público. Lamentablemente el enfoque afrofeminista es algo muy interesante pero poco hablado socialmente, casi no se tiene en cuenta cuando se habla de interseccionalidad. Pocas personas conocen sobre este enfoque y considero que está bueno trabajarlo y difundirlo, ya que abarca tanto la misoginia como el racismo, al abordar las vivencias de mujeres negras o afrolatinoamericanas.

Siento que el contenido que compartí tuvo muy buena recepción y que les dejó pensando. Días después mucha gente me mencionaba cosas racistas que había notado en películas o en la vida cotidiana y hasta el día de hoy me hacen comentarios sobre el tema. Esta experiencia me permitió poner a jugar mis conocimientos teóricos sobre un tema que me atraviesa, en un ámbito donde los saberes reconocidos son otros bien distintos. También me sirvió para presentarme de otra forma frente al equipo y que conocieran mis intereses y mi recorrido activista. Actualmente trabajo en la preparación de un nuevo seminario sobre afrofeminismo y su origen, para darle continuidad al proceso iniciado y poder profundizar algunas cuestiones.

Creo que es importante que, en los institutos de investigación, o en los diferentes espacios de trabajo, se incorporen perspectivas diversas, que permitan incluir visiones no hegemónicas sobre las desigualdades sociales y su impacto en los ámbitos laborales, educativos y científicos. Estas experiencias nutren a les trabajadores y pueden orientarles a resolver problemas o saber cómo interactuar con pacientes o dinámicas sociales. Es clave para mí recordar que los problemas que involucran a las disidencias son problemáticas sociales que, al fin y al cabo, tienen conexión con la ciencia. La ciencia no debería ignorar su anclaje social, en definitiva, es lo que nos hace humanos.

3 pensamientos en “El saber desde la disidencia”

  1. Sobre el articulo: Brillante, cálido, entretenido, lleno de vida y sinceridad.
    Sobre la autora: Debra sos un amor!! Me encanta haberte conocido

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