Las mujeres trans adultas mayores existimos

Ilustración: Yesica Embil

Soy Luján Acuña, enfermera activista por los derechos de las personas trans, tengo 56 años y soy neuquina. Actualmente integro la Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) de Neuquén.

Desde los cambios que habilitó la Ley de Identidad de Género en 2012, y en particular, a partir de los datos del Registro Nacional de las Personas (RENAPER), queda evidenciada la poca presencia de personas trans adultas mayores. En 2019 se realizaron 9000 cambios registrales, de los cuales sólo el 1% es mayor de 60 años. Esta cifra pone de manifiesto el genocidio permitido por ese Estado ausente que vapuleó todos nuestros derechos humanos básicos. La crudeza de la vejez trans está reflejada en sus ausencias. Aquellas personas que vivieron toda su vida lejos de redes de contención, llegan a la edad madura en completa soledad, frente a una sociedad que ni siquiera tiene contemplada una casa de larga estadía o geriátrico, o personas empáticas que brinden una atención de calidad en el final de nuestros días.

En el 2015 comencé a estudiar Gerontología y esta nueva perspectiva me mostró de manera contundente las diferencias entre la vejes cis y la nuestra. A partir del marco legal que se abrió desde el 2012, creí fundamental acompañar la propuesta formativa de la Licenciada Vicky Benegas en el Hospital Bouquet Roldán de la ciudad de Neuquén y, al mismo tiempo, estimular a mis compañeras para que estudien. Nos inscribimos  con otra compañera y fue un camino de emociones fluctuantes. Volver a estudiar en un centro educativo me mantuvo tensa y nerviosa los días previos a comenzar. En el aula nos recibió una profe maravillosa que con el tiempo se convirtió en amiga, ella comenzó su clase hablando de una vejez plena de derecho, la cual era totalmente diferente a la de las mujeres trans. Esa primera experiencia me empoderó, y es a partir de ahí que empecé a activar participando en congresos y jornadas, dando capacitaciones en distintas provincias como Mendoza, Santiago del Estero y Neuquén.

Ya parada desde el paradigma de los derechos, comencé con la difusión de la causa y la lucha por una vejez real e igualitaria. Por esos años también participé en las jornadas de vejez y cuidados, en la Universidad Nacional del Comahue (UNCO) y en distintos eventos presentando a la vejez trans. En esos espacios comprendí la diferencia entre nuestras realidades y la atención de calidad en una institución de salud. Estos intercambios dieron inicio a otra etapa, se empezó a armar una guía para los equipos de salud [1], que lentamente va tomando relevancia, visibilizando los malestares que padecen las personas con cuerpos siliconados que, en caso de internación no reciben atención de calidad. Se hace evidente que no hay personal con sensibilización en el tema, ni capacitaciones sobre estos cuerpos.

En los últimos años se comenzó a hablar de las vejeces trans y el problema de los cuerpos siliconados, de los que se desconocía hasta su definición. Nosotras hablamos de cuerpos siliconados, una traducción yanky, que hace referencia a las personas que conviven en sus cuerpos con sustancias denominadas polímeros. Podríamos decir que son los cuerpos que produjo el mandato social de “si decís que sos mujer entonces te tenés que mostrar como tal”, siendo obligadas a cumplir esa pauta social de la apariencia esperable. 

En los ámbitos en los que participo comencé a hablar de lo perjudicial de estos cuerpos siliconados y del daño que implica para dichas personas (sobre todo por la migración del polímero a órganos, tejidos, etc.). Nos fuimos dando cuenta que tener siliconas en el cuerpo no es fácil, sino que por el contrario es bastante complejo. No es fácil sacarlas y el roce constante produce escaras rápidas, en cuestión de horas. Hay poca información y eso me preocupa en grande, es importante saber qué hacer si sucede algo, por ejemplo, cómo actuar si una compañera tiene un ACV.

La visibilización de las personas trans que tuvo lugar en los últimos años permitió que Neuquén por primera vez incluya en sus guías y capacitaciones a esta vejez, con todas las dificultades que esto implica. Además, la UNCO se comprometió a trabajar sobre la vejez trans y a construir indicadores de salud que permitan conocer la temática y reflejar su realidad. Visibilizarnos nos permitió empezar a trabajar la vejez basándonos en derechos. Aprovechando que Argentina se adhiere a la Década de la Vejez Saludable es el momento crucial para promover nuestros derechos y dar a conocer nuestras problemáticas. En este contexto nuestra inclusión es primordial y empieza a figurar en agenda. Por ejemplo, este año comenzarán a realizarse capacitaciones a agentes de salud (agentes sanitarios, enfermerxs, médicxs y personal de servicio, en realidad a todxs en general) para sensibilizar sobre el tema y que se sepa que las mujeres trans adultas mayores existimos y que tenemos problemáticas específicas, como las de los cuerpos siliconados.

Cuando pienso en el futuro de las vejeces trans, me imagino vejeces más integradas socialmente, o sueño que así sea. Una vejez en la que podamos sentarnos en la vereda de nuestras casas a disfrutar de la jubilación. En lo personal, también me imagino seguir siendo solidaria y convivir con la soledad, sin que eso me trastorne.

[1] Disponible en https://www.saludneuquen.gob.ar/wp-content/uploads/2018/11/Atencion-a-Personas-Trans.pdf

1 pensamiento en “Las mujeres trans adultas mayores existimos”

  1. Carlina Mirella(Vicky) Benegas

    Esta excelente esta nota!.Vaya un EXCELENTE para Lujan que supo reconocerse “persona con Derechos” y desde alli, seguir creciendo. Otro “Excelente” para Lujan que decidio no crecer sola, sino junto y con sus pares!!.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *