Sin diversidad no hay salud mental

Ilustra: Yesica Embil

Soy psicóloga, conurbana, curiosa, inquieta y también supe ser una de las fundadoras de la Asociación Civil Red de Psicólogxs Feministas y luego, de la Consultora en diversidades Spot. 

De chica veía desigualdades y las sentía absurdas: ¿Cómo es que esa persona sufre por ser de tal lugar, de tal orientación, de tal identidad? La empatía y la necesidad de hacer del mundo un lugar más justo siempre fueron parte de mí. Esa sensibilidad me permitió ver que existen las injusticias y la exclusión; y que es necesario crear refugios inclusivos, ya sea desde las ideas, desde lo simbólico, como también en los lugares físicos que habitamos. Pensaba que nunca nadie debería quedar afuera, ni sufrir maltrato, y una necesidad imperiosa de hacer algo para que las cosas cambien empezó a construirse dentro mío. 

Al poco tiempo de comenzar la carrera de psicología, aparecieron un mar de preguntas que me invitaron a cuestionarme: ¿Por qué la heterosexualidad es tratada como la norma acá también? ¿Qué hace la homosexualidad en un texto freudiano en el que se describen perversiones? ¿Cómo hacen las personas no-hetero para atravesar las aulas de la facultad sin sentir un dedo acusador? ¿Cómo puede hacer la psicología para dejar de ser excluyente y empezar a ser inclusiva? ¿Cuándo empezaremos a pensar en términos de bienestar/malestar y no tanto en términos de mandatos, roles y estereotipos? La conciencia de género estaba gestándose. Eso que se llama “perspectiva de género”, es decir, la capacidad de ver el mundo con la conciencia de que la crianza de mujeres y varones es diferente en el sentido de imposición de roles, mandatos y concomitantes modos de vivir, sentir y habitar el mundo. Somos porque nos dicen que somos y nos recuerdan desde la más tierna infancia lo que “no somos ni debemos ser”. Claro, no tiene sentido, ¿no? En este capítulo de “género y confusión” nos enteramos de que ser mujer es básicamente cumplir con las normas para lo femenino en cierto socio-histórico, ser varón lo opuesto, y que vivir por fuera de ese binarismo cuesta la vida. Literal. 

Años después de terminar los estudios y formarme en distintos cursos y talleres sobre género y diversidad, me encontré a cargo del armado de una consejería para sobrevivientes de violencia sexual y abuso. Entonces, empecé a convocar profesionales vía facebook, y me encontré con colegas que estaban atravesando los mismos cuestionamientos de teorías y mandatos que yo, haciendo recorridos similares para encontrar algunas respuestas en los estudios de género, la teoría queer y el activismo. Coincidimos en pensarnos como seres que existen dentro de una estructura patriarcal que nos exige estrictamente cumplir con un rol estereotipado, y que esto no promueve la salud, sino todo lo contrario. Después de varios meses de trabajo y de coincidir también en la necesidad de una mirada diferente en salud mental, propuse en mayo de 2016 crear una red, y le dimos vida a la Red de Psicólogxs Feministas. Éramos seis, de repente veinte, y un poco después, más de cincuenta. Ese fue el comienzo de un camino que nos llevó a hacernos Asociación Civil en 2018 y a continuar una labor imprescindible hasta el día de hoy. Pasamos por televisión, radio, instagram, you tube y prensa gráfica: todes querían saber cómo era eso de llamarse Psicólogxs Feministas porque básicamente el machismo es tan normal que llamarse feministas parecía un insulto (dato no menor: somos la primera Asociación Civil de la República Argentina en contar con un nombre escrito en lenguaje inclusivo). Diligentemente explicamos una y otra vez que nuestro leitmotiv es muy simple: que nadie sienta miedo al hablar de quién es o de las violencias que sufrió en un espacio de salud mental. Que la salud es integral y que nuestra identidad debe ser protegida, celebrada, creada artesanalmente por cada quien. Hoy esta ONG continúa la labor a partir del compromiso de profesionales que apuestan al cambio social que necesitamos si queremos construir una sociedad donde cada persona pueda ser auténtica, donde nadie tenga que esconderse por miedo a existir, donde la diversidad sea aceptada. 

Atesoro cada paso de esta experiencia que me permitió conocer colegas increíbles, imparables, de quienes aprendí un montón, y con quienes construimos una ética profesional colectiva que defiende el derecho a ser, sentir y existir desde esa vivencia interna, singular y única que es nuestra identidad. Esta creación le dio a un montón de psicólogxs un espacio pero también una certeza que nos dice que no estamos solxs, que hay otras personas que sienten igual, que piensan igual, que quieren construir la misma sociedad, que tienen las mismas críticas hacia las teorías que dictan las prácticas profesionales. Esta experiencia habla de la alegría, del encuentro, del alivio de poder encontrarnos con colegas con ansias de escuchar esas palabras en las que poder reflejarse. Y encontrar un poco de ternura, un poco de empatía y menos mandato sobre cómo las personas deberían pensar, sentir, vincularse, formar familia, ¡existir! Quedarnos con las teorías que nos sirven y cuestionarlo todo, a la luz de la frase que nos marcó tanto el rumbo: “lo personal es político” es decir, nada de lo que vivimos cotidianamente es arbitrario sino, por el contrario, efecto de fuerzas en juego, mejor dicho, en pugna.

Hoy celebro todas las experiencias que nos acercan a sentir más, a sentir colectivamente, grupalmente, a sentir el dolor ajeno y que es posible, necesario, urgente, hacer otra cosa. Que nos animamos a abrir los ojos y a escuchar todos esos testimonios, toda esa historia llena de desigualdades creadas por un sistema binario, injusto y utilitarista que decide que cada persona debe ir en un lugar pura y exclusivamente, a partir de una definición a priori.

Hoy sigo mi recorrido en organizaciones de todo tipo desde mi labor en Spot Consultora  con dos socias, amigas; abriendo espacios para la reflexión y la acción, para permitirnos pensar en el malestar y cómo erradicarlo de nuestras vidas, para que todxs sean parte valiosa del entramado que es nuestra sociedad. Porque aprendimos a cuestionar los moldes estereotipados que durante tantos años permanecieron incólumes y dentro de los cuales se ha forzado a tanta gente a vivir existencias grises.

Esos moldes ya no van más, tienen mucho olor a naftalina y no vamos a usarlos; hoy los rechazamos completamente y no van a volver a meternos ahí nunca más. Inventamos otras formas para transformarlo todo: las escuelas, las empresas, los consultorios psi y las universidades, la economía, la política, el trabajo y la salud. Porque es con todxs. Y por todxs.

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